En el Día Mundial contra la Trata

julio 30, 2019

Hoy, en el mundo, la trata de personas tiene rostro de mujer.
A nivel global el 70% de las víctimas de trata son mujeres y niñas, de las cuales un 70% son explotadas sexualmente.

 
“Antes vivía con mi familia, pero conocí a mi enamorado y nos juntamos. Poco después él empezó a prostituirme. Desde que estoy aquí en el hogar ya no lo veo, no me dejan, y realmente no quiero verlo porque me ha hecho mucho daño. Estuve tres meses en eso”. (Camila[1], Bolivia).
 

La trata de personas es un fenómeno global y es una de las actividades ilegales más lucrativas, después del tráfico de drogas y de armas. De acuerdo con estimaciones de las Naciones Unidas, más de 2,4 millones de personas están siendo explotadas actualmente como víctimas de la trata de personas de acuerdo de la Agencia de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).

Existen dos elementos centrales para la comprensión de la trata de personas: el uso de fuerza, coacción o engaño y la posterior explotación, estas son las características que diferencian la trata de otro tipo de delitos. Según el Reporte Global sobre la Trata de Personas de 2018 de UNODC, la trata ha tomado dimensiones alarmantes a nivel global con respecto a la cantidad de mujeres y niñas que están siendo afectadas por este delito. 

Cada año se reportan cifras crecientes de casos en los que las víctimas no solo son personas adultas, sino también niños o niñas. En los últimos años, se ha producido un aumento de este número de casos, del 22% en 2015 al 26% en 2017 y un 30% para finales de 2018, según el dato extraído de la Plataforma Global sobre Trata de Personas (Counter Trafficking Data Collaborative - CTDC).

Los fines de la trata pueden ser diversos y entre ellos está el de la explotación sexual comercial que constituye una de las más horrendas violaciones a los derechos humanos. Es la negación total de la calidad de sujetos de derechos, para reducir a niñas, niños, adolescentes y mujeres a objetos, no solo de placer sexual, sino objetos de comercio, susceptibles de ser vendidos y comprados.

Según datos de la CTDC (2017), América se convierte en la región con las cifras más altas, ya que, de un total de 18 000 víctimas de trata, más del 70% tienen como fin la explotación sexual comercial y, en este grupo, la mayor parte son mujeres y niñas.

En Centro y Norteamérica se ha identificado un crecimiento de la explotación sexual[2], donde las niñas y mujeres víctimas de este delito, representan cerca del 75% del total. En parte, este crecimiento ha sido alentado por el fenómeno del éxodo masivo de personas que, en los últimos años, buscan migrar de forma irregular debido a la violencia, crisis política o pobreza de sus países de origen. En Sudamérica la situación es aún más crítica, reportando que una gran mayoría, cerca del 96% de las víctimas de trata explotadas sexualmente, son mujeres.

Las cifras evidencian, por un lado, una realidad de desigualdad de género que, lejos de estar saldada, cada vez va aumentado. Si bien en el mundo la lucha por los derechos de las mujeres ha tomado un nivel mayor de relevancia, muchos acuerdos todavía no son asumidos plenamente por los países, ya sea por medio de políticas públicas o acciones concretas.

A ellos se suman otro tipo de aspectos como el machismo, la tolerancia e insensibilidad hacia la violencia e incluso la valoración positiva respecto al comportamiento sexual de hombres adultos con mujeres más jóvenes y con menor poder, así como la legitimación del trabajo sexual “como un mal necesario”, que han sido naturalizados como prácticas para el desarrollo de la masculinidad hegemónica, en el que se “construye al hombre” y se estigmatiza a la mujer.

Todo esto nos preocupa, particularmente, por el retroceso que este problema representa en términos de la garantía de los derechos humanos en particular de la niñez y el cumplimiento de los objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que nos hemos trazado como conglomerado global, y en particular la meta de eliminar todas las formas de violencia contra las mujeres y las niñas en los ámbitos público y privado, incluidas la trata y la explotación sexual y otros tipos de explotación.

Educo, como organización que trabaja de forma comprometida por los derechos humanos de la infancia, denuncia y repudia cualquier forma de violencia o maltrato hacia la niñez y adolescencia. Por ello, la organización lleva adelante iniciativas de prevención y apoyo a víctimas, en coordinación con instancias públicas y sociedad civil, en países como India y Bolivia donde la trata con fines de explotación sexual es un grave problema social.

Camila es el nombre ficticio de una joven que está luchando para superar la difícil situación vivida como víctima de trata y con cuyo testimonio se inicia este artículo. Ella es una de las adolescentes que viven en el Hogar Transitorio ubicado en la ciudad de El Alto, en Bolivia, un centro que da cobijo y protección a niñas y jóvenes de 10 a 18 años que han sufrido explotación sexual comercial.  A través de proyectos desarrollados desde 2012 por Educo y la Fundación Munasim Kullakita se realizan acciones de atención integral y formación técnica a niñas y jóvenes como Camila, para que se pueda lograr su adecuada reinserción social y familiar.

Asimismo, con nuevas iniciativas en Bolivia, como la que se está desarrollando con el apoyo de la Cooperación Española, se promueven actividades de prevención, incidencia y concienciación en torno a esta problemática, generando sinergias con diferentes tipos de actores, enfocadas principalmente a favorecer el ejercicio del derecho de niños, niñas y adolescentes a una vida libre de violencia.

Por otra parte, reconociendo que la migración irregular puede generar un aumento de este flagelo Educo, junto al ChildFund Alliance, ejecutan el proyecto CONFÍO para prevenir la migración irregular de niñas, niños y adolescentes en Centroamérica y México, donde participan cerca de 254.000 jóvenes, buscando con ello contribuir a minimizar su exposición a la trata.
 
Nancy Alé
Especialista en Protección
 
[1] Se utiliza un nombre ficticio para salvaguardar el anonimato y la confidencialidad.
[2] En comparación al 2014 (UNODC, 2018).
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