Todos hemos oído hablar de los riesgos del tabaco, sin embargo mucha gente aún continúa fumando y cada año, se suman a la población fumadora cientos, miles de jóvenes. De hecho, muchos de los adultos fumadores han comenzado con su adicción durante la pubertad o adolescencia. Por este motivo, resulta fundamental que como padres hablemos con los niños sobre las posibles consecuencias del tabaco en la salud, además claro de dar el ejemplo. Recuerda que cuando hablamos de fumadores, podemos distinguir entre el fumador pasivo (niños que aspiran el humo del cigarillo de manera habitual por vivir en hogares fumadores) y fumador activo (aquel niño que fuma de manera regular por sus propios medios). La probabilidad de que un niño con padres fumadores pruebe el cigarrillo es mayor que la de aquel sin lazos directos con el tabaco. Más allá de esta situación, los fumadores pasivos también pueden experimentar consecuencias en su salud. Veamos ambos casos.
Es imposible dar una respuesta concreta y absoluta a esta pregunta, sin embargo sí es posible enumerar una serie de factores que suelen desempeñar un rol de importancia en el inicio de la adicción. En primer lugar, fumar es aún hoy en día considerado un rasgo de adultez: son los adultos quienes tienen la posibilidad de elegir fumar o no hacerlo. Por este motivo, muchos niños y jóvenes prueban el cigarrillo en un intento por parecer mayores y "pertenecer" al mundo adulto.
Además, en la adolescencia, los peligros mencionados anteriormente (enfermedades que afectan la salud) suelen percibirse como lejanos. El clásico pensamiento de los jóvenes es "eso no me va a pasar a mí por fumar un par de cigarrillos". Y ahí justamente radica el peligro: al considerar que la adicción no les sucederá, pueden convertirse en adictos simplemente por "jugar a ser grandes", sin casi darse cuenta.
A estos dos principales factores, debemos sumar la publicidad (no hay que minimizar su importancia ya que suelen mostrar el fumar como una situación glamurosa o chic) y la presión de los compañeros. Este último punto merece una mención especial ya que todos sabemos, por nuestras propias experiencias, la imperiosa necesidad de aceptación en un grupo que tienen los adolescentes.
Prevenir la adicción al tabaco no es tarea sencilla, de hecho lograr que un niño no se interese por fumar ni pruebe el cigarrillo es casi una misión imposible. Sin embargo, como siempre decimos, mejor prevenir que curar. Para ello:
El primer paso es ¡mantener la calma! No explotes, no le grites y sobre todo, no le prohíbas fumar. Las prohibiciones no funcionan con los púberes y adolescentes, puedes conseguir el efecto contrario al deseado. Respira profundo antes de hablar con tu hijo y luego, ponte en su lugar. No hables con él desde un punto de vista adulto, pues no entenderá razones. Háblale del gasto económico, el mal olor que se impregna en la ropa y la piel, los dientes que se amarillean y consecuencias a corto plazo como la grasa en el cabello, los ataques de acné o una baja en el rendimiento pulmonar que puede afectar su actividad deportiva.
Habla también sobre la presión del grupo: es importante que sepas por qué fuma tu hijo. ¿Le gusta realmente o lo hace para pertenecer a un grupo? Si la segunda opción es su respuesta, pues entonces hay que ver de qué manera reafirmar su personalidad y autoestima sin necesidad de recurrir a un elemento nocivo como el tabaco.
Si tú fumas, haz un trato con tu hijo: ponéos de acuerdo para dejar de fumar en la misma fecha y para ayudaros a no recaer.
Y por supuesto, ante cualquier duda, no dudes en consultar con el médico de tu hijo.
Derechos de las imágenes: anthony posey, Laura Smith, nerissa's ring, anthony posey, photos.de.tibo
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