¿Te has preguntado alguna vez cuál es el mejor trabajo del mundo? Nosotros lo tenemos claro: acompañar a los más pequeños en la fabulosa aventura de crecer. Estar junto a ellos y ellas y enseñarles a ser la mejor versión de ellos mismos, día a día, año tras año, hasta que sus alas están fuertes y empiezan a volar solos. Seguro que ahora ya sabes a qué profesión nos referimos.
Profe, maestro, señorita, señu... así los llamamos en todos los lugares del mundo, porque por suerte, están en todas partes, y qué necesarios son. Ellos tienen la profesión más bonita pero también la de mayor responsabilidad: formar a las generaciones de hoy para que sean personas seguras, confiadas, solidarias y respetuosas con su entorno mañana.
Hoy es el Día de profesorado, y desde Educo les queremos hacer un pequeño homenaje. Hablamos con profes de los países en los que trabajamos y nos cuentan sus motivaciones, sus logros y sus retos. Este post es para ellos.
Teresa se define como “maestra de vocación” porque dice que lo lleva en los genes. Viene de familia de maestros y ama su profesión. “Cuando entro al aula resucito”, nos cuenta esta directora que sigue entrando a clase porque le da vida.
El reto más importante que se pone como maestra es que sus niños y niñas entiendan y comprendan lo que aprenden día a día. “Al llegar a la clase me gusta hacer payasadas. Si alguien se atrasa tiene que entrar bailando y saltando, ya sea profesor o estudiante. No sabemos cómo vienen los estudiantes a la escuela, si vendrán maltratados, felices o si tomaron desayuno. De los 32 niños que tengo en clase, 7 vienen muy felices porque hay mucha empatía y cariño en su hogar, pero el resto vienen sin comer, golpeados o de hogares con violencia. Cuando entro les digo ‘¿¡qué pasa!? muevan la cintura, un abrazo, díganse que se quieren mucho y que son seres importantes para ustedes mismos’. Ellos se emocionan y cambian su actitud y su rostro.
También es importante escucharlos, pero hablándoles de tú a tú para ganar su confianza. ¿Cómo lo hago para que confíen en mí? Traigo mi silla pequeña y me siento a su lado y les pregunto ‘¿qué ha pasado?’. Con solo decir qué ha pasado y cuán importante es para mí, el estudiante se desahoga y me cuenta todo".
Hace dos años cogió la COVID-19, pero pasó algo que llevará consigo toda su vida... “Me fui de emergencia al hospital y me atendió una doctora. Me miró a los ojos, lo único que podía mostrar tras mi mascarilla, y me dijo: ‘¿Tú eres la señora papa?’. Me acordé al instante de que hace muchos años, en primero de primaria, todos éramos verduras y ese era mi apodo. ‘Tú eres la señora papa, me acuerdo de tus ojos’, me dijo. Era una niña de primer curso del año 1985 y hoy es médico. Su mamá era una persona que no fue al colegio, pero era una buena madre. Cuando estábamos enseñando a los niños a leer, esta niña vino a clase con signos de violencia. Su madre le había pegado porque pensaba que su hija no leía bien, pero era todo lo contrario. Entonces, también tuve que enseñar a leer a la mamá para que comprendiera lo que estábamos aprendiendo...
Cuando la vi, a la misma niña ahora convertida en toda una profesional, me dijo: ‘Te voy a curar’. Yo estaba realmente muy mal en el hospital, por eso, cuando la reconocí, me puse a llorar y la abracé fuerte. Era Soledad. Me dijo que iba a continuar sus estudios en México y así lo hizo. Aun hoy seguimos en contacto. Esta anécdota es la que más me ha marcado en mi carrera".
"Para mí es muy importante enseñar sin prejuicios de género. En nuestra clase nos respetamos los unos a los otros, no discriminamos, ya que para nosotros los niños y las niñas son iguales. Además, les enseñamos a ser cariñosos y respetuosos con los demás, sean quienes sean y sean lo que sean.
Cuando era profesora de lectura conocí a una niña que iba a quinto, pero no sabía leer. La animé a que se apuntara a mis clases de refuerzo, pero no quería venir porque le daba vergüenza, pues era la más mayor. Sus compañeros de clase se burlaban de ella. Conseguí que viniera. Cuando fue capaz de leer, cogió confianza y su autoestima aumentó. Empezó a participar en la clase, dejó de ser tímida y sus compañeros ya no se burlaban de ella. Esta es una de mis historias de éxito como profesor de lectura.
La educación es básica para aprender lo que está bien y lo que está mal. Una persona necesita la educación para ampliar la perspectiva y comprender la vida. Que cada uno es diferente, que cada individuo es único. Por lo tanto, no podemos despreciar a los demás y no podemos tratarlos mal. En la escuela, siempre decimos a los niños y niñas, a los alumnos, que el amor a los demás debe ser siempre lo primero".
"Los niños y niñas llegan descolocados: nuevas realidades socioculturales, nueva situación económica para la familia, ya que muchos padres y madres pierden sus empleos y llegan sin nada, sumidos en una absoluta pobreza, y además, un nuevo idioma. Muchos retos y todos a la vez. No tienen ningún documento oficial, ya que en su zona de origen todo se complica, por eso hay que trabajar con una estrategia adecuada para que los niños y niñas que llegan tengan los mismos beneficios que sus compañeros de la comunidad de acogida.
Además, en nuestra escuela creemos que es muy importante enseñar a los niños y niñas en igualdad de condiciones, que entiendan que los niños y las niñas son iguales y tienen las mismas oportunidades. Estos niños y niñas que formamos hoy, serán el futuro del mañana.
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