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Historias cotidianas detrás de los números

Historias cotidianas detrás de los números

julio 24, 2018
Antonio entró en la pobreza en 2014, uno de los años más crudos de la crisis. Como menor de 16 años engrosa la lista del 28,1% de niños por debajo de esta edad que, según pone de manifiesto el Instituto Nacional de Estadística (INE) en su Encuesta de Condiciones de Vida de 2017, sufren riesgo de pobreza. La infancia es la cohorte con el porcentaje más alto de esta tasa. La mamá de Antonio es la única a cargo de él y de su hermana Alicia. Tener hijos dependientes siempre aumenta el riesgo de pobreza. Todas las familias con hijos a cargo se encuentran por encima de la media nacional del 21,6%. Como hogar monoparental, la encuesta del INE nos dice que la familia de Antonio se encuentra entre esas cuatro de cada diez familias con un solo progenitor que están en riesgo de pobreza. Antonio y su familia viven en Extremadura, donde el riesgo de pobreza afecta al 38,8% de la población. Si viviera en Navarra o en el País Vasco formaría parte de un grupo mucho más pequeño, que no llega al 10%. Llegaré a la hora de cenar Aunque la mamá de Antonio trabaja, el dinero que llega a casa es insuficiente. Ella es uno de los 2,5 millones de trabajadores pobres que hay en España. Su jornada apenas le permite llegar a casa antes de las nueve y media de la noche. Los niños la esperan ansiosos, pero después de media hora les cuesta aguantar con los ojos abiertos. A las siete de la mañana los despertará y saldrá por la puerta con un “llegaré para cenar.” Desde que cumplió los trece Antonio tiene la llave de su casa, una carga que comparten más de 580.000 niños en España. Él deja por la mañana a su hermana en el cole y la recoge por la tarde porque es el mayor. Entremedias comerá solo en su casa porque Alicia se queda a comer en la escuela con la beca de una ONG. Extremadura, además de ser la Comunidad Autónoma con mayor tasa de riesgo de pobreza es la que más ha reducido su presupuesto en ayudas y becas en educación primaria. Esto deja a muchas familias que lo necesitan fuera de los estándares para acceder a ellas. De hecho, el 77% de los hogares de trabajadores pobres con hijos e hijas a cargo dice no haber recibido ninguna ayuda durante 2016. Antonio también comía en el comedor cuando iba al colegio. Ahora, al salir del instituto, compra algún bollo o patatas fritas porque su mamá no tiene tiempo de preparar nada. Como más de la mitad de los trabajadores pobres ella tiene dificultades para cumplir las tareas familiares a causa del trabajo. Invisibles Hoy Alicia está emocionada. Al salir de clase habla sobre la función de final de curso y el verano. Antonio no quiere oírlo, él sabe que su madre no irá a la actuación. Y que cuando terminen las clases no habrá vacaciones en la playa. Como más de la mitad de las familias a cargo de mujeres solas, no puede permitirse ni una semana al año de vacaciones. Tampoco campamentos o actividades organizadas. Pero más que el aburrimiento, Antonio teme quedarse solo en casa. Hace apenas un año él, Alicia y su mamá vivían en un piso, pero el alquiler subió mucho y no podían afrontarlo. Como el 17% de las familias monomarentales tuvieron que compartir casa con otras personas. Ahora Antonio vive en una habitación junto a su hermana y su madre. Una habitación en la que Antonio y Alicia se hacen casi invisibles para que la puerta no se abra, para no molestar. Para permanecer juntos en la pequeña habitación. Y así se terminan las peleas, la música alta y los portazos, pero también las cosquillas, el cantar, el practicar con la flauta, el jugar al escondite, el no tener miedo y el sentirse seguro. Alicia no concibe un mundo antes de la crisis y Antonio apenas recuerda que existía. Desde entonces muchos niños, niñas y adolescentes han compartido la trayectoria de Antonio y su hermana entrando en la pobreza. La recuperación económica debería haberles ayudado a salir de esta indeseable situación. Pero si crisis es la palabra con la que se criaron, hoy Antonio y Alicia aprendieron otra más: precariedad. Precariedad que reduce los recursos económicos, achica el tiempo y contrae las relaciones de apoyo. ¿Cuándo volveremos a casa? A veces Antonio se pregunta cuándo terminará la precariedad y podrá recuperar a su madre, su antigua casa, los partidos de baloncesto los sábados, jugar con su amigo Jorge en su cuarto… Luego se concentra y desea con todas sus fuerzas que la precariedad dure un poquito menos que la crisis. Pero sin tomar medidas, sin responsabilizarnos, la precariedad y la desigualdad parecen dispuestas a asentarse. ¿Quién se atreve a decirle a Antonio o a los otros niños de la llave que tardaremos 22 años en acabar con la pobreza infantil? Marta Ocaña, voluntaria de Educo
La historia de Antonio al igual que la de Hugo, el protagonista de nuestro anuncio, es ficticia, pero pone nombre a todos aquellos niños y niñas que son víctimas de la pobreza en nuestro país. Es responsabilidad de todos exigir medidas para que disfruten de una vida digna.
 
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Becas comedor , Crisis , Derechos de la Infancia , España , Pobreza infantil , precariedad

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