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Trabajar no es una opción, es una obligación para Shanta

Trabajar no es una opción, es una obligación para Shanta

noviembre 05, 2020

La vida de Shanta transcurría con total normalidad durante sus primeros diez años de vida. Vivía con su familia en una pequeña aldea del distrito de Bhola e iba a clase con regularidad. Pero cuando empezaba tercer grado su padre enfermó gravemente y murió por causa de una meningitis. Su madre debía mantener a toda su familia, por eso tuvieron que mudarse con sus tres hijos a la capital de Bangladesh para poder sobrevivir. Ya en Dhaka, Shanta se vio obligada a trabajar como empleada doméstica para ayudar a su familia. Tan solo tenía 10 años.  

"Como no podía hacer las tareas correctamente, la señora solía regañarme a menudo", cuenta Shanta. Además de trabajar, también se ocupaba de sus dos hermanos menores, y eso le quitaba todo su tiempo, así que tuvo que dejar la escuela porque, además, no podía pagarla. "Cuando veía que otros niños como yo sí que iban al cole me sentía muy mal, me enfadaba mucho”, cuenta. 

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Fue entonces cuando conoció a algunos profesores de una de las escuelas que tenemos en Dhaka para niños trabajadores, en las que adaptamos el currículum escolar a unas tres horas de clase lectiva para que estos niños y niñas que están en la misma situación que Shanta, puedan combinar trabajo y estudios. Ellos la animaron a ir de nuevo a la escuela, después de hablar con su madre para que entendiera la importancia de que su hija siga estudiando. Desde entonces, Shanta nunca faltó a clase. 

Mostraba tanto interés en aprender que sus profesores consiguieron que se inscribiera en un curso de formación técnica en costura. Como en este curso recibía una pequeña mensualidad, pudo dejar de trabajar como empleada doméstica y, tras tres meses de formación, empezar a trabajar en una sastrería local donde cobraba unos 2.200 takas al mes, que equivalen a unos 20 euros. Así podía ayudar a su familia y seguir estudiando quinto grado.  

Con 14 años soñaba con ser autosuficiente: "Quiero seguir estudiando para en un futuro poder tener mi propia sastrería y así poder formar a viudas y mujeres con pocos recursos para que ellas también puedan ser autosuficientes. No quiero que nadie pase por lo que tuvo que pasar mi madre”.   

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Pero la vida se volvió a poner cuesta arriba  

A finales de 2019, la madre de Shanta enfermó y tuvo que dejar su trabajo. Shanta era la única persona que ganaba dinero en su familia, así que no tuvo otra opción que empezar a faltar a sus clases para poder trabajar más y ganar más dinero. Pero, por si las cosas no estaban suficientemente complicadas en la vida de esta joven y su familia, en 2020 llegó el coronavirus y debido al confinamiento, perdió su empleo. Su familia sufrió mucho y Shanta también porque no encontraba un empleo estable. 

"Si consiguiera una máquina de coser, podría trabajar desde casa como sastre y podría ir a la escuela de nuevo. De lo contrario, no tengo ninguna opción".

Su madre, a pesar de no estar en condiciones de volver al mercado laboral, ha tenido que empezar a trabajar a tiempo parcial en un restaurante. Pero sus ingresos no son suficientes para mantener a la familia. Finalmente, Shanta ha conseguido un trabajo en una fábrica de cepillos de dientes cerca de su casa al que se incorporó el pasado 15 de octubre, pero como es a tiempo completo ha tenido que dejar la escuela. "Si consiguiera una máquina de coser, podría trabajar desde casa como sastre y podría ir a la escuela de nuevo. De lo contrario, no tengo ninguna opción", sentencia. 

Actualmente, más de 150 millones de niños en todo el mundo tienen que trabajar y dejar la escuela para ayudar a sus familias, y de ellos, la mitad lo hacen en empleos muy peligrosos. Tú puedes ayudar a Shanta y a otros niños que se ven obligados a trabajar.

No los dejemos solos. Colabora

  


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