Ni tus hijos son perfectos, ni tú tampoco: Acostúmbrales desde pequeños a la idea de que ni ellos ni tú sois infalibles, esta actitud realista te puede ahorrar bastantes momentos de frustración compartida en su adolescencia.
Tampoco eres su mejor amigo. Tus hijos no son tus confidentes ni pueden hacer el papel de amigos, el plano no es de igualdad sino de justicia, amor y respeto. Si creas la sensación de que vuestra relación funciona como colegas no pretendas que más adelante cuando sea más necesario tu autoridad tenga valor. Respeto es la palabra clave, lo que no quiere decir distancia o desafecto sino la habilidad de cultivar una relación con tus hijos en la que en las diferentes etapas de su crecimiento se beneficien de un modelo paternal que les ayude a crecer.
No renuncies a tu vida : El predecible síndrome del nido vacío que aterriza cuando los hijos abandonan el hogar, puede convertirse en un problema si no habéis mantenido vuestras aficiones, intereses y amistades al margen de vuestra responsabilidad como padres. No olvidéis que el destino de vuestros hijos es volar y quizá formar otros nidos, y que en muchas ocasiones los padres nos excusamos en la responsabilidad de la educación para dejar de lado nuestras propias vidas.
Sois un equipo: quizá tienes la habilidad de saber enfocar los puntos anteriores con sabiduría y madurez, en este caso no te relajes porque hay un riesgo de error siempre al acecho. Consiste en tomar las riendas dejando que el otro progenitor se relaje o incluso creando complicidad con tus hijos frente a su menor implicación. Si sabes hacer las cosas bien, lucha siempre por crear equipo y recuerda que el ejemplo de unos padres que reman en la misma dirección es una lección inmejorable para su futuro.
Derechos de Imágenes: alteredego, fancycrave1
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