"Cuando era joven, la mayoría de los niños de mi pueblo no estudiaban porque tenían que andar más de siete kilómetros hasta llegar al pueblo siguiente en el que se ubicaba la escuela. Pero no era la distancia lo que lo impedía, sino que el camino estaba inundado y repleto de minas terrestres”, nos cuenta Rhen, el líder de su pueblo y ahora parte del Comité de apoyo a la escuela.
La zona en la que trabajamos en Camboya, Battambang, en la frontera con Tailandia, es una zona selvática de difícil acceso donde viven comunidades dispersas en condiciones de pobreza extrema, ya que no llegan los recursos públicos. Fue una de las zonas de guerra más afectadas por la colocación de minas terrestres. Las escuelas fueron prácticamente todas destruidas y todavía hoy quedan minas por desenterrar, lo que dificulta aún más la escolarización de la infancia camboyana. Y es que aún a día de hoy, Camboya registra víctimas mortales por estos artefactos y los restos de material explosivo que continúa diseminado a lo largo de todo el país desde que Pol Pot fuera derrocado en 1979.
La primera escuela de madera comunitaria que se construyó en Battambang, según el Sr. Rhen, fue en 2003 y toda la comunidad se implicó en la construcción para ayudar a que 30 niños y niñas pudieran ser escolarizados. Rhen se implicó tanto que incluso cedió parte de su terreno para construir la escuela: "Compartí una parcela de mi tierra para la escuela porque realmente quería ver que los niños de mi pueblo se educaban". La gente de la comunidad compartió arroz para “pagar” de alguna manera a un maestro voluntario que enseñaba a los niños en la escuela.
En 2012, junto con nuestra oenegé socia local KHEN, construimos una nueva escuela para la comunidad de Rhen, con letrinas e instalaciones de saneamiento de agua. También apoyamos la formación de los docentes y formamos el Comité de apoyo escolar, del que hoy Rhen es parte, y un equipo de liderazgo para garantizar que el edificio y la estructura existentes duren más tiempo para las próximas generaciones.
"En mi época no pude estudiar. Dejé la escuela en cuarto grado, pero más adelante me formé y hoy educo a los niños de preescolar sin ninguna remuneración a cambio, solo la alegría de saber que estoy ayudando a que los niños y niñas de nuestra comunidad reciban una educación, no como en mi época", nos cuenta Rumdoul, maestra de preescolar y parte también del Comité escolar.
Nuestra principal misión en Camboya es que los niños y las niñas puedan estar en la escuela y que este espacio sea seguro, además de garantizar una educación de calidad. Es por eso que llevamos a cabo la rehabilitación de varias escuelas de la zona, haciéndolas acogedoras para los niños y cercanas a las viviendas de los más pequeños.
"El techo de mi antigua escuela goteaba cuando llovía y se llenaba de barro", explica Borey, de 11 años. "Compartíamos la clase con segundo grado mientras yo estudiaba primero y era muy difícil escuchar al maestro cuando llovía porque el techo hacía mucho ruido. Hoy puedo seguir las clases sin ningún problema”.
Después de la remodelación de su escuela, el número de alumnos aumentó de veinte a cuarenta y siete alumnos, según nos cuenta el Sr. Yan de 64 años de edad y miembro del Comité de apoyo a la escuela: "Antes, los niños de la aldea tenían que caminar más de cinco kilómetros para llegar a la escuela de la otra aldea y algunas familias decidieron no enviar a sus hijos porque estaba demasiado lejos, el camino era muy peligroso y la escuela no era segura”.
Camboya aún se recupera del período más sombrío de su historia, el régimen extremista de los Jemeres Rojos que duró tan solo cuatro años, pero asesinó a un 25% de la población camboyana. Cualquier sospecha de intelectualidad era condenada a muerte. Obligaron a toda la población a vivir en el campo, sin lujos, sin electricidad, sin nada que fuera considerado urbano, y por supuesto, se condenó al analfabetismo de toda su población.
Hoy en día, a pesar de que el derecho a una educación básica está garantizado en la legislación camboyana, en la práctica esta garantía está lejos de cumplirse en todo el país, que cuenta con un sistema educativo subdesarrollado y en muchas ocasiones las familias no son conscientes de la necesidad de educar a sus hijos.
Ante esta situación, mejoramos las escuelas públicas, tanto la adecuación física de las aulas y áreas comunes y la instalación de letrinas y sistemas de saneamiento como la capacitación docente, la introducción de nuevos métodos de enseñanza, la provisión de material pedagógico y la educación en salud e higiene. El objetivo es convertir la escuela en un espacio limpio y seguro donde los niños puedan hacer lo que todo niño merece: aprender y jugar, porque además es su derecho.
Camboya , educación , escuela , escuela segura , infancia camboyana
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