Los días en los que los niños comían en casa vigilados por mamá quedaron atrás. En la sociedad actual conciliar la vida laboral con la familiar suele ser un logro que muy pocos consiguen y uno de los precios que se pagan es que las familias no comen juntas y los niños en su inmensa mayoría comen en el colegio. Comer en la escuela tiene sus ventajas, sobre todo en aquellas familias que con la crisis no pueden atender eficazmente las necesidades de sus niños, pero también tiene sus desventajas.
La falta de supervisión es la que primera se nos ocurre. Comprobar que 300 o 400 niños están comiendo bien en un comedor escolar es una tarea ardua. La definición del concepto "comer bien" también tiene sus complicaciones. Cada niño es un mundo, con unos gustos distintos pero también con distintas necesidades. Los comedores escolares, como toda institución, no tienen más remedio que estandarizar y homogeneizar a todos los individuos y así, un niño que come poco porque necesita poco puede ser catalogado de "mal comedor" sin serlo. En algunos, los más modernos, las raciones vienen determinadas por un nutricionista, pero en general, además de que no existe el niño estándar, suele primar el criterio del cuidador.
Un estudio sugiere que el horario de comedor debería ser siempre superior a los 25 minutos "reales" para asegurar que los niños coman bien. Es decir, 25 minutos desde que estás sentado y con la comida en el plato, es el tiempo mínimo en el que un niño es capaz de comer todo lo que necesita.
Estar haciendo fila para sentarse, esperando en la línea del autoservicio o esperando que sirvan las comidas puede reducir el tiempo de comidas considerablemente, haciendo que éste sea insuficiente. Según este estudio, que se realizó analizando los hábitos de comida de 1000 estudiantes de Massachussettes, reducir sólo 5 minutos el tiempo de comida, de 25 a 20, implica que los niños comen alrededor de un 12% menos de verdura, fruta o leche.
Este análisis ha descubierto también que los niños con menos tiempo comen un poco de todo pero no pueden acabarse ningún plato, en contra de lo que los investigadores asumían que sucedería: que acabarían el primer plato pero no tendría tiempo de tomar el segundo o el postre. Esto redunda en los estudios que aseguran que los niños, si se les deja elegir, comen un poco "de todo", autorregulando su alimentación de forma que si se les ofrecen alimentos saludables, comen de forma instintiva saludablemente. Así pues, tal vez no se necesiten tantos vigilantes y sí un poco más de tiempo.
El estudio se ha publicado este septiembre en Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics e insta a los colegios a organizar los horarios de comedor de forma que los niños tengan media hora real para sentarse y comer, sin esperas y sin colas. Ajustar los turnos de comedor para que esto sea así, tal vez no es fácil, pero es mucho mejor que seguir con la imagen de ese cuidador de comedor metiendo cucharas en la boca a toda velocidad - y a veces en contra de lo que el niño quiere o necesita. Es, como siempre, echarle imaginación. Y confiar en los niños.
Derechos de fotografía: Pakus Futuro Bloguero, USDAGov
Alimentación , colegio , Comedor escolar , comida , escuela , niños , Nutrición , Salud
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