La salud mental es un tema cada vez más relevante entre niños, niñas y adolescentes. Según la Asociación Española de Pediatría la salud mental de niños y adolescentes en España se ha deteriorado durante los últimos años, sobre todo tras la pandemia debida a la COVID-19, y se estima que en torno al 10% de los niños y niñas y al 20% de los adolescentes sufre trastornos mentales que pueden tener consecuencias a lo largo de su vida. En este artículo abordamos qué se puede hacer en las escuelas para proteger la salud mental de los más pequeños.
A nivel mundial, según datos de la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 7 jóvenes de 10 a 19 años padece algún trastorno mental. La depresión, la ansiedad y los trastornos del comportamiento se encuentran entre las principales causas de enfermedad y discapacidad entre adolescentes. Por lo tanto, la salud mental es un problema a nivel mundial y los niños y niñas deben de ser protegidos en todos los ámbitos. Las escuelas también tienen un papel importante en esa protección, tal y como veremos más adelante.

Desde un punto de vista genérico, la salud mental se define como un estado de bienestar en el que la persona es consciente de sus propias capacidades, puede manejar las tensiones habituales del día a día, trabajar de manera productiva y fructífera, y es capaz de hacer una contribución a su comunidad.
En el caso de los niños y niñas es normal que, en algún momento, estén tristes o se sientan enfadados, rabiosos o frustrados. También puede ser que tengan déficit de atención o que les cueste interactuar con otras personas. Sin embargo, generalmente, son fases normales en su desarrollo, pero, cuando estos problemas persisten en el tiempo o son más graves, es posible que estemos ante un problema de salud mental que deberá ser analizado y diagnosticado por un profesional.
Una buena salud mental en la etapa infantil permite a los niños y niñas desarrollar todo su potencial, construir relaciones saludables y adaptarse a los cambios de la vida.

Existen diversas acciones que se pueden implementar en las escuelas para promover la salud mental de niños y niñas. Te proponemos algunas ideas:
1. Promover la educación emocional. Por ejemplo, en el ámbito escolar se pueden elaborar programas de educación emocional desde edades tempranas y utilizar actividades y juegos que fomenten la expresión emocional y la empatía. El objetivo consiste en ayudar a los estudiantes a gestionar mejor sus emociones y a entender las de los demás, fortaleciendo así su salud mental.
2. Utilizar técnicas de relajación. Las técnicas para reducir el estrés y la ansiedad en el aula son fundamentales. Por ejemplo, se pueden se pueden utilizar:
Técnicas de respiración. Inspirar y expirar tumbados, de forma tranquila durante unos minutos al día, ayuda a relajarse.
Yoga y meditación. También se pueden practicar en el aula para que los niños y niñas aprendan a relajarse.
4. Enseñar hábitos saludables. Los hábitos saludables como la práctica de deporte o seguir una dieta sana, impulsan tanto el bienestar físico como mental. Los niños y niñas pueden tener rutinas deportivas en la escuela y fuera de ella y descubrir cómo combinar alimentos saludables en sus comidas diarias.
5. Formar a los educadores. El personal docente tiene un rol esencial en la detección temprana de problemas de salud mental en niños y niñas. La formación de los docentes en la identificación de signos de trastornos como la ansiedad, la depresión y otros trastornos del comportamiento, es muy importante para que se pueda actuar cuanto antes. Además, deben promover un ambiente escolar inclusivo y sensible, donde todos los estudiantes se sientan seguros y apoyados. Además, los docentes pueden formarse en primeros auxilios psicológicos, asistir a talleres sobre técnicas de comunicación efectiva y manejo de crisis.

Jugar con tus hijos e hijas puede ser una manera de acercarte a ellos y estrechar el vínculo que generará esa confianza necesaria para que hablen contigo. Maribel vive con sus cuatro hijos en Santa Cruz del Quiché, en Guatemala, y participa con los dos pequeños en nuestro proyecto Juego y aprendo desde temprana edad, que llevamos a cabo en 25 centros escolares del departamento de Quiché. Aquí atendemos, junto a las familias, a un promedio de 400 niñas y niños desde los cero a los cuatro años con la finalidad de estimular su psicomotricidad, afectividad, conocimiento y lenguaje, habilidades básicas para su desarrollo físico, mental y social y que contribuyen directamente al éxito escolar.
¿Qué estrategias ayudan a crear un entorno emocionalmente seguro en clase?
Un entorno emocionalmente seguro se construye desde la confianza, la escucha activa y el respeto mutuo. Es fundamental que los docentes promuevan la empatía, validen las emociones del alumnado y establezcan rutinas que transmitan estabilidad. Fomentar el diálogo abierto, utilizar dinámicas cooperativas y reconocer los logros sin comparaciones ayuda a que cada estudiante se sienta aceptado y valorado. También es clave detectar a tiempo posibles señales de malestar y ofrecer espacios de apoyo o derivación cuando sea necesario.
¿Qué formación necesitan los docentes para tratar la salud mental de forma adecuada?
Los docentes no son terapeutas, pero su papel como primeros observadores es esencial. Por ello, es importante que reciban formación básica en educación emocional, detección temprana de señales de alerta y gestión del estrés en el aula. También resulta útil que conozcan los recursos disponibles en su entorno (orientadores, psicólogos escolares, servicios sociales) y aprendan herramientas de autocuidado para proteger su propio bienestar emocional. Una formación continua en estos temas fortalece la capacidad de respuesta y la prevención.
¿Cómo integrar la educación emocional en el currículo escolar?
La educación emocional puede incorporarse de forma transversal, vinculándola con áreas como lengua, ciencias sociales o tutorías. Actividades como asambleas de aula, juegos cooperativos, debates o proyectos solidarios ayudan a desarrollar empatía, autoconocimiento y habilidades sociales. También se pueden incluir programas específicos de bienestar emocional, mindfulness o resolución de conflictos. Integrar la gestión emocional en el día a día de la escuela contribuye a mejorar la convivencia y el aprendizaje académico.
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