Subsistir como trabajador, o familia, en cualquiera de los jardines de té de Bangladesh, al contrario de lo idílicas que se muestran las plantaciones en algunas páginas de viajes exóticos, es muy duro. Ya lo era antes de la pandemia, pero ahora el coronavirus está complicando mucho más las cosas para esta población.
Es el caso de Moushumi, que vive junto a su marido y sus cuatro hijos, la mayor de 17 años y el pequeño de 2, en el Jardín de Té de Sonacherra, ubicado en el distrito de Moulvibazar. Ella es ama de casa, así que los ingresos familiares dependen únicamente de su marido, que no tiene un trabajo fijo en la plantación. Cada día busca otros trabajos para poder subsistir, pero todo se han puesto muy cuesta arriba.
El jardín de té en el que están viviendo no tiene suficiente suministro de agua. Moushumi tiene que dedicar la mayor parte de su tiempo en ir a buscar agua potable. El pozo está lejos y tampoco tiene dinero para comprar un buen cubo que conserve gran cantidad de agua durante mucho tiempo. Así que Moushumi tiene que ir varias veces al pozo con la única vasija de agua que tienen.
Hasta ahora, se las arreglaban haciendo varios viajes, pero cuando el coronavirus llegó, empezaron las restricciones de movilidad. Los viajes fuera de la comunidad, donde estaba el pozo, estaban restringidos, así que tenían que pasar toda la familia con la pequeña cantidad de agua que cabía en una vasija. Además, ni podían comprar productos de higiene ni tenían agua para poder usarlos. Un problema de salud grave, ya que una de las medidas más efectivas de prevención del virus es el lavado de manos y la desinfección constante.
Con el confinamiento, el marido de Moushumi tuvo que quedarse en casa, sin ahorros y sin ingresos. Pedían prestado algo de dinero y comida a otras familias de la aldea para poder subsistir, pero el resto de personas de la plantación viven en la extrema pobreza, así que tampoco podían ayudarlos.
Fue entonces cuando recibieron nuestro apoyo y el de nuestra oenegé socia Childfund Korea, como parte del proyecto de respuesta a la emergencia humanitaria provocada por la COVID-19 en Bangladesh, con el que llegamos a más de 64 mil personas vulnerables y más de 37 mil niños y niñas de seis distritos distintos. Moushumi y su familia recibieron un lote de higiene que consistía en un cubo, jabón, detergente y varias mascarillas, una para cada miembro de la familia. Su ansiedad por asegurar la limpieza desapareció, al menos durante un mes. Para el marido de Moushimi, con las mascarillas, le fue más fácil salir de la comunidad para ir a buscar trabajo. También recibieron orientación sobre cómo usar los productos de higiene y cómo hacer un correcto lavado de manos.
Moushumi reflexionaba con nuestros compañeros sobre cómo el coronavirus lo ha complicado todo mucho más y lo importante que es protegerse de él: "Pensábamos que la gente podía morir por no tener comida, pero ahora, nuestra vida está en peligro debido a un pequeño virus. Somos conscientes de que solo hay que seguir ciertas medidas de prevención de los contagios para protegernos de este virus mortal, como limpiar y desinfectar a diario, usar mascarillas al salir y lavarnos las manos adecuadamente. Y, sobre todo, concienciar a nuestros vecinos, porque me he dado cuenta de que en esta situación una familia no puede estar a salvo del virus si alguien de nuestro entorno se infecta".
Conoce quiénes somos, qué hacemos y por qué lo hacemos.
Recibe nuestra newsletter con todas las novedades.
En momentos trágicos como éste, los niños y niñas son los más vulnerables. Dona ahora ¡Necesitan nuestro apoyo!