En España, uno de cada tres niños y niñas vive en riesgo de pobreza o exclusión social. Detrás la estadística se esconde una dura realidad. Niños y niñas que crecen en viviendas precarias, sin acceso a una alimentación sana y en hogares donde se viven situaciones de incertidumbre y desesperación debido a la inestabilidad de los empleos de sus padres.
La pobreza infantil es un grave problema estructural que no solo limita el presente de los niños y niñas, sino que también compromete su futuro.
La pobreza infantil no se mide solo en dinero. Se manifiesta cuando un niño no puede tener lo que necesita para vivir, aprender y desarrollarse plenamente. Esto incluye vivienda adecuada, buena alimentación, acceso a educación y sanidad, y espacios seguros para jugar. Es una violación directa de sus derechos y una barrera para su desarrollo.
A diferencia de los adultos, los niños no tienen margen para esperar. Cada año perdido afecta su desarrollo físico, cognitivo y emocional. Además, son más vulnerables al estrés familiar, al aislamiento y al estigma social. La pobreza en la infancia puede marcar a una persona para toda la vida.
En 2025, el 33,4% de la infancia en España se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social, según el indicador AROPE actualizado por el INE. Aunque ha habido leves mejoras respecto a años anteriores, la situación sigue siendo alarmante. España sigue siendo uno de los países de la Unión Europea con mayor desigualdad infantil.
La pobreza infantil no afecta por igual a todo el país. Existen grandes diferencias territoriales que agravan la situación en ciertas regiones.
Andalucía, Extremadura y Canarias concentran los índices más altos de pobreza infantil, superando el 40%. En cambio, el País Vasco, Navarra y Aragón tienen las tasas más bajas, por debajo del 20%. Esta desigualdad territorial refleja las diferencias en empleo, políticas públicas y acceso a servicios sociales.
Entre los factores que influyen están:
La tasa de desempleo
La calidad del sistema educativo
El precio de la vivienda
El acceso a ayudas públicas.
Las comunidades con una red más fuerte de protección social tienden a reducir mejor la pobreza infantil. También influye el compromiso político en políticas de infancia.
La pobreza deteriora la salud física, limita el rendimiento escolar y provoca más ansiedad, tristeza o problemas de conducta. Los niños con menos recursos acceden más tarde al sistema educativo, repiten más curso y abandonan antes los estudios. Todo esto afecta directamente a su autoestima y sus oportunidades de vida.
Un niño o niña que crece en una familia con pocos recursos hoy tiene muchas más probabilidades de ser un adulto sin posibilidades el día de mañana. La pobreza se hereda y se cronifica si no se interviene a tiempo. Por eso, invertir en infancia no es solo justo, es inteligente: mejora la cohesión social y reduce costes futuros en sanidad, desempleo y asistencia social.
Ante las dificultades que tienen las familias vulnerables para alimentar a sus hijos e hijas en verano, pero también durante todo el curso, desde Educo reclamamos que la alimentación de la infancia es un derecho.
Por eso, hace más de 10 años que llevamos a cabo el programa Beca Comedor Educo, a través del que apoyamos a las familias cuyos hijos e hijas no tienen una beca comedor pública, total o parcial, a pesar de necesitarla, tanto durante el curso como en verano. Desde entonces hemos facilitado más de 5.700.000 millones de comidas.
Porque una comida al día no debería depender del calendario escolar. Si quieres, puedes ayudarnos garantizar esa Beca Comedor para los niños y niñas más vulnerables que tanto la necesitan.
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