Kárate y formación para las niñas y jóvenes de Bangladesh

"Habría sido devastador tener que casarme tan joven porque solo yo sufriría las consecuencias a lo largo de mi vida. Por eso, hice todo lo que pude para escapar del matrimonio. Mis padres, parientes y vecinos pensaban que, siendo una chica joven, no debía expresar mi opinión sobre un asunto tan serio como el matrimonio”, nos cuenta Sraboni, una joven de 16 años que logró detener el matrimonio que su familia había acordado para ella.  

Pero como todo en la vida, no fue algo que consiguió ella sola, sino que es y sigue siendo un trabajo titánico de concienciación colectiva y de unir fuerzas. Un esfuerzo conjunto que pudo detener su matrimonio. Y es que la joven forma parte del Club de niños, niñas y adolescentes que hemos creado para que los más jóvenes y pequeños aprendan a protegerse y a pedir ayuda cuando alguien los agrede o los pone en peligro.  

Conmocionada por la noticia de su próximo matrimonio forzado, la joven se puso en contacto con los miembros del club, ya que no podía decir "no" delante de sus padres. Algunos de ellos se acercaron a su familia para informarles de las consecuencias adversas del matrimonio precoz, pero no atendieron a razones. Así que, unos días después, un grupo de técnicos de Educo les explicaron los peligros a los que se enfrentaría su hija si se casaba tan joven: las niñas que se casan antes de los 18 años reciben menos escolaridad que las que se casan más tarde, se enfrentan a riesgos más altos de abuso doméstico, y tienen secuelas físicas y mentales durante toda su vida. Finalmente, sus padres aceptaron y cancelaron el matrimonio.

Hoy Srabonti respira tranquila: “Me gustaría expresar mi más sincera gratitud a los miembros del club de Educo que han estado a mi lado cuando he necesitado su apoyo. Sin los conocimientos sobre protección infantil, no habría podido evitar mi  matrimonio". 



Srabonti recibió clases de sastrería y con el dinero que gana puede pagarse sus gastos escolares: “Ganar dinero nunca fue fácil siendo estudiante, sin embargo, cuando empecé a tener mi sueldo me sentí independiente y pude seguir estudiando y viviendo con dignidad. Nunca quise vivir como un parásito en el seno de mi familia", nos cuenta la joven.      



En Bangladesh, trabajamos para que la infancia esté a salvo, especialmente las niñas que sufren cualquier tipo de violencia por el solo hecho de ser mujeres, ya sea a través de la prevención, formándolos en un oficio con el que pueden ganar algún dinero para pagar sus estudios y estar en la escuela, así como a través de la protección y defensa, con clases de kárate solo para que las chicas aprendan a defenderse. 

Las artes marciales también son para ellas

Srabonti se apuntó a las clases de kárate y hoy es ella la que enseña a otras niñas. Cuando acaban el entreno, el nivel de confianza en ellas mismas aumenta: "Lo mejor de impartir técnicas de artes marciales es ser testigo de cómo las habilidades de autodefensa dan lugar a un alto nivel de confianza entre mis compañeras.  Una de las chicas que participó en las clases me contó que ahora se sentía capaz de enfrentarse a una situación que la había atemorizado antes de aprender estas técnicas de autoprotección", nos comparte Sraboni.  

Hasta la fecha ya hemos formado a 755 niños, niñas y adolescentes de entre 12 y 24 años. El proyecto también organiza sesiones de concienciación contra el trabajo y el matrimonio infantil e imparte clases de preparación para la vida y formación en cuestiones de género para combatir el miedo de las niñas a practicar deportes que, durante mucho tiempo, se han considerado masculinos.   

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