Guatemala es el sexto país del mundo donde su población sufre más desnutrición, especialmente los niños y niñas menores de cinco años; casi la mitad de ellos la padecen de manera crónica. Los niños un poco más mayores, los de seis a nueve años, la sufren en menor medida, pero no en el departamento del Quiché, donde trabajamos desde hace más de 10 años.
En este rincón rural de Guatemala, la mitad de los niños y niñas menores de diez años adolecen de desnutrición crónica. La familia de Inés es una de ellas. Viven en la aldea de Santa Avelina, donde el acceso al agua potable es escaso o inexistente, como en la mayoría de los pueblos de esta zona. Por ello, junto con la Unión Europea y la ONG Fundebase, entregamos a las familias filtros purificadores del agua. “Antes hervíamos el agua y se consumía mucha leña, en cambio ahora —explica Inés— al volver a casa bebemos el agua del filtro. Es más fresca, porque antes la hervíamos y teníamos que esperar a que se enfriara para poder beberla”.
Cultiva junto a su familia sus propios alimentos. Producen hortalizas y plantas medicinales como acelgas, albahaca y ruda, entre otras, con las que ha aprendido a elaborar medicinas tradicionales gracias a una formación que impartimos en su comunidad en la que participó junto a otras lideresas de la aldea. “Cuando nos enfermamos voy a la parcela donde tenemos ruda y albahaca y, junto con la miel, ¡hago medicina para curar las enfermedades de mi familia!”, relata Inés, con la amplia sonrisa que le caracteriza. También tienen algunas gallinas en su parcela: “Ya no gastamos más en ir a comprar huevos ni en otras cosas que necesitamos en la casa”, explica en su idioma materno.
Además, la salud y la economía de la familia de Inés ha mejorado desde que usan un horno de leña que también les entregamos. Antes de tenerlo, gastaban mucho dinero, unos 600 quetzales (casi 80 euros) en comprar la leña que necesitaban para cocinar que, adicionalmente, se consumía muy rápido. Desde que tienen este horno-estufa han reducido el consumo de leña a la mitad: “Cuando no teníamos la estufa había mucho humo en casa y mis hijos lo sufrían. Ahora están más sanos y felices”, cuenta Inés.
Inés se muestra muy agradecida por el apoyo que le hemos brindado a su familia y a la comunidad de Santa Avelina, donde, por desgracia, sigue habiendo muchas necesidades por atender. Por eso, hay que seguir trabajando.
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